La muralla.

Poema de Nicolás Guillén.




Para hacer esta muralla,
tráiganme todas las manos:
Los negros, su manos negras,
los blancos, sus blancas manos.
Ay,
una muralla que vaya
desde la playa hasta el monte,
desde el monte hasta la playa, bien,
allá sobre el horizonte.

¡Tun, tun!
¿Quién es?
Una rosa y un clavel...
¡Abre la muralla!
¡Tun, tun!
¿Quién es?
El sable del coronel...
¡Cierra la muralla!
¡Tun, tun!
¿Quién es?
La paloma y el laurel...
¡Abre la muralla!
¡Tun, tun!
¿Quién es?
El alacrán y el ciempiés...
¡Cierra la muralla!

Al corazón del amigo,
abre la muralla;
al veneno y al puñal,
cierra la muralla;
al mirto y la yerbabuena,
abre la muralla;
al diente de la serpiente,
cierra la muralla;
al ruiseñor en la flor,
abre la muralla...

Alcemos una muralla
juntando todas las manos;
los negros, sus manos negras,
los blancos, sus blancas manos.
Una muralla que vaya
desde la playa hasta el monte,
desde el monte hasta la playa, bien,
allá sobre el horizonte...
 


Y una nueva versión de este poema, hecha en nuestro taller literario:


La cortina
(“La muralla”)

Para correr esta cortina
siempre tengo mis manos:
a veces las tengo muy sucias,
a veces las tengo lavadas.

Una cortina pantalla,
una cortina que vaya
desde los chum de Chukotka
hasta los palacios de Rubliovka
allá por el horizonte.

Pum, pum, ¿quién es?
un oligarca cortés – 
abro la cortina.
Pum, pum, ¿quién es?
un policía tal vez –
cierro la cortina.
Pum, pum, ¿quién es?
un presidente veraz – 
abro la cortina.
Pum, no aguanto más –
cierro la cortina.

A la música pop –
cierro la cortina.
A la música rock – 
abro la cortina.
A esa pantalla –
cierro la cortina.
A esa canalla – 
abro la cortina...

De tanto trabajo me canso,
me pongo idiota y manso.

Vladimir Kardail

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