LA PERFECTA CONSERJE
Marzo 17 de 1952.
La escuelita de mi pueblo es una vieja casa de madera que
tiene más de medio siglo de construida. Tal vez nunca en su vida recibió las
caricias de una buena mano de pintura. El piso en un tiempo fue de madera, ahora
es en partes de cemento, en partes, de lajas o tierra. En una esquina hay un
grupo de mosaicos bien puestos en la esquina donde está el armario. Los mosaicos
fueron recolectados entre los vecinos y la mano de obra fue un regalo de
Miguel, el albañil del pueblo.
Las divisiones, como el piso, están hechas de distintos
materiales. Pero todas dejan pasar con nitidez los sonidos Parece qué los
amplían. Porque la escuela consta de tres aulas y cuando en esas tres aulas se
están dando las clases, el ruido que se escucha en todas es infernal, y a pesar
de que las maestras se desgañitan dando las explicaciones, no se explica cómo
es que los muchachos pueden aprender. Y, sin embargo, aprenden. No todo está
perdido en Cuba.
La conserje es pequeñita y frágil. Tiene tantos años que
ya no recuerda cuántos son. Empezó a trabajar de conserje cuando era aún joven
y fuerte. Han pasado muchos años y la escuela y la conserje cada día continúan
en su labor con humildad y decoro, y con un amor a los niños y a los libros que
conmueve profundamente.
Muy de mañanita llega la conserje a su escuela. Un
pañuelo amarrado a la cabeza y las piernas cubiertas con gruesas medias. ¿Quién
ha visto que una mujer decente ande sin medias en la calle?
Antes de que ningún niño aparezca, la escuela ha sido
barrida y sacudidos todos sus muebles y cuadros.
Entonces María, la conserje, se para en la puerta de la
escuela a esperar. Todo niño que llega tiene que limpiarse escrupulosamente los
zapatos antes de entrar. En un pueblito de campo como es éste, el fango es una cosa
habitual, pero María no
quiere fango dentro de la escuela.
Si por casualidad un niño pasa sin limpiarse los zapatos,
María lo saca del aula y lo obliga a limpiarse bien.
Después le pide a la maestra de que lo castigue de una
manera ejemplar.
Durante las horas de clase, ella da vueltas por todas las
aulas, donde hay un papel en el suelo lo recoge, si pilla a alguno tirando
basuras, lo obliga a recogerlas y botarlas.
A pesar de los tirones de orejas y de los castigos por
culpa de María, todos los niños la adoran y el día de la conserje no hay un
muchacho del pueblo que se quede sin llevarle su regalito.
Así escuela y conserje, se funden en una misma
personalidad.
La escuela luce como una viejita muy pobre y muy limpia.
Los pupitres están gastados y no alcanzan, por lo que muchos niños llevan
taburetes, sillas o cualquier cosa donde puedan sentarse. Todo muy pobre, muy
gastado por el uso de las irreverentes mimos infantiles. Pero... TAN LIMPIO.
Para eso está María. Vieja escuela y dulce conserje, por el ejemplo de humildad,
sacrificio y utilidad que estáis dando a los niños de este pueblo, yo os
bendigo desde el fondo de mi corazón.
Tal vez de vuestro seno y del de tantas escuelas como tú,
diseminadas por tantos Pueblitos de Cuba, surja una nueva generación, que con
espíritu de humildad, sacrificio, limpieza y trabajo, barran con tanta suciedad
que amenaza con ahogar nuestro decoro nacional.
Carmen Lovelle Guerrero
Комментарии
Отправить комментарий