LA CATRINA EN MIGRACIÓN


El mero Día de Muertos
de ese año de percances
a causa de un mal momento
cayó la Calaca en trance.

Del Kremlin y de todo eso
había escuchado en grande
fue tanto deseo el verlo
que no dudó ni un instante.

Sin solicitar consejo,
sin boleto ni equipaje,
volando a Sheremetievo
vino a ver al paisanaje.
La gente del aeropuerto,
con la Flaca muy cobarde,
dejó libre por supuesto
el camino a la Elegante.

La Catrina enviando besos
y bailando muy cimbreante,
sonaba feliz sus huesos
alegrándose del viaje.

En Migración con recelo
la arrestaron esa tarde,
no tenía ningún sello,
no encontraron atenuantes.

Los policías muy tiesos
exigían pagar el peaje.
“A pagar me comprometo”,
dijo con voz retumbante,
“me los llevo bajo el suelo,
pero no será de balde,
pa que cuiden mis terrenos
y disfruten mi hospedaje”.

Hilda Guzmán Montelongo


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