A veces no hacen falta palabras.


Mis amigos Alex y María se conocieron en la universidad. Estudiaron juntos hacía muchos años. Se comunicaban, pero no tenían amistad o una relación romántica. Después del final de los estudios se perdieron de  vista. María se fue a Suiza y se casó allí. Su marido era profesor de la universidad de Ginebra. Alex tenía la intención de hacer una carrera y consiguió éxito. El trabajaba en un banco grande y famoso. Su vida era tranquila, sin problemas. El conocía a mucha gente, salía con chicas diferentes, aprovechaba el tiempo divertidamente, viajaba mucho y no pensaba sobre tener familia, ni mujer, ni niños. Su vida le parecía buena. Sin embargo, a veces sentía aburrimiento, tenía mal humor, sentía  depresión. Alex no encontraba su amor y creía que era normal. El año pasado Alex fue al Museo Pushkin, donde estaba la exposición de Picasso. A Alex le había gustado Picasso siempre. La exposición fue maravillosa. Él disfrutó de los cuadros largamente, luego sintió alguna mirada. Como comprendisteis, esa era María. Después él la invitó a cenar. Charlaron mucho y no podían detenerse. María había vuelto a Moscú hacía dos años, su marido había muerto en un accidente de trafico. La vida le dio muchos golpes, pero María se quedó con su gran sentido del humor. Cuando hablaban, a Alex le parecía que María había estado en su vida siempre. Al final, él no pudo imaginar como viviría sin ella. Después de verse dos semanas Alex le regaló a María un anillo maravilloso con un diamante azul. Ella estaba emocionada y callada, pero a veces no hacen faltan palabras... Ahora tienen una nueva etapa de su vida. No tienen ningunos planes. Son felices solamente. A veces un encuentro puede cambiar la vida.
Olga S.

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