El miedo tiene ojos grandes



Cuando era pequeña, el perro del vecino me mordió. No sé lo que pasó en ese momento, pero un perro siempre simpático se abalanzó sobre mí y me agarró la pierna. No voy a decir que fue muy doloroso, pero yo estaba muy asustaba de la sorpresa. A partir de entonces me quedó el miedo de que un perro pueda atacarme sin razón. 
Ya ha pasado mucho tiempo, pero todavía tengo él hábito de eludir a los perros. No es que yo tenga miedo a la muerte. Si un perro no me presta atención a mí, yo ni siquiera lo advierto y no siento miedo. Los perros pequeños yo los puedo incluso acariciar. Pero tan pronto como el perro me mira extrañamente, me presta especial atención, o, Dios no lo quiera, comienza a ladrar, mi corazón está en mi garganta y yo dejo de controlarme. Por desgracia, el segundo escenario ocurre con más frecuencia. No sé por qué, pero todos los perros  respiran de forma desigual. Tal vez algunos quieren morderme, o puede que quieran jugar conmigo, pero casi todos me distinguen en la multitud. 

Un caso similar me ocurrió a mí otra vez hace poco. Estaba caminando a mi casa del trabajo tarde en la noche. Ya estaba oscuro. Cerca del metro me encontré con mi madre y mi tía, que paseaban. Hacía  buen tiempo, así que decidí caminar por el parque con ellos. Mamá empezó a disuadirme, porque yo estaba con mis tacones y con un portátil muy pesado. Pero yo estaba inflexible. Caminamos por el parque alrededor de un lago, y de repente vimos que alguien corría hacia nosotras en la oscuridad. Era un perro que no tenía ni  collar, ni  bozal. Cuando me di cuenta, mi corazón dejó de latir. Naturalmente, aunque éramos  tres, el perro saltó corriendo sobre mí. En primer lugar, él saltó sobre mí desde el frente y yo empecé a retroceder. Entonces corrió alrededor muy rápido y saltó desde la parte posterior. En este punto, me tambaleé, el laptop me atrajo hacia adelante y me caí. 

Arrodillada, empecé a recordar todo lo que me habían dicho acerca del ataque de los perros en la escuela, que cuando una persona se cae, el perro muerde  instintivamente en la garganta. Y yo estaba paralizada por el miedo. Todo era como en una pesadilla. Sentía como el perro seguía  saltando sobre mi espalda, mí mamá gritaba a la señora, por lo que ella tomó a su perro, pero yo no podría hacer nada. No me di cuenta hasta el final de lo que estaba sucediendo a mí alrededor. Tenía miedo de volver la cabeza, porque pensé que el perro me agarraría la cara y tendría que hacerme una cirugía plástica. Yo sólo me encogí, escondí el cuello y  esperé hasta que todo se acabó. Pero el tiempo estaba pasando, y la pesadilla no terminaba. Empecé a sentir pánico y no pude pensar en nada más inteligente que empezar a gritar con todas mis fuerzas. El perro, asustado de mí, dejó de saltar. Aunque parezca extraño, funcionó. Cuando grité, el perro corrió a donde estaba su dueña. Mi corazón comenzó a latir más rápido y casi salta de mi pecho. Me cobre aliento, volví en mí y solo después tuve la oportunidad de evaluar con seriedad la situación. El perro todo ese tiempo nunca ladró, y era todavía un cachorro, aunque bastante grande. Él no quería comerme a mí. Y casi me muero de terror sin razón. 
La culpa allí no era del animal, sino de la dueña que no lo agarró a tiempo. Después, la señora me gritó que yo había asustado  a su perro, pero no me importaba ya nada y me sentía a salvo. 

Aída


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