Mis vacaciones infantiles


Cuando era niña, en mi infancia, cada verano lo pasaba en la casa de mi abuela que estaba situada en el campo no lejos de Moscú. También allí descansaban conmigo durante dos meses mis primos Alex y Ana.
Nuestra abuela era muy amable y buena con nosotros, pero un día elaboró un régimen para mejorar nuestra educación, porque antes de su jubilación ella había trabajado en una escuela. ¡Fue una sorpresa!
Primero no le creímos y todo el día sentimos un choque porque habíamos llegado para descansar y divertirnos y no para vivir siguiendo un régimen y para cumplir sus órdenes.
Pero la abuela tenía un carácter firma y no pensaba cambiar su decisión. Nos dijo que nos deseaba lo mejor y que después de las vacaciones le estaríamos agradecidos por esa nueva experiencia que sería como una aventura.
En aquel momento no teníamos otra elección, por eso que aceptamos. Así empezaron nuestras vacaciones...
Todos los días nos levantábamos a las ocho de la mañana, desayunábamos pronto y después del desayuno debíamos trabajar un poco en el huerto y en el jardín ayudando a la abuela.
Para nuestra sorpresa,  estábamos muy contentos de que la abuela nos enseñara a reconocer las plantas y cómo cuidarlas. Ella nos aconsejaba que hiciéramos el trabajo bien y sin errores.
Sus consejos eran muy útiles. Nos alegrábamos de que todas las plantas crecieran rápidamente y de que la abuela se asombrara de nuestros éxitos.
Ese trabajo fue para mí una experiencia muy buena. Entonces vivía en Moscú y antes de aquellas vacaciones no sabía casi nada de las plantas, las frutas, las verduras ni de cómo cultivarlas y cuidarlas.
Trabajábamos hasta la hora de almuerzo y después de comer teníamos tiempo libre para los juegos y las diversiones. La abuela nos permitió que fuéramos al río con los muchachos vecinos. Allí cada día tomábamos el sol y nos bañábamos.
El tiempo pasaba rápidamente. Pero era necesario que volviéramos a casa a tiempo y no llegáramos tarde para la cena. Esa fue la condición del régimen, no llegar tarde. Si llegáramos tarde sin ninguna causa, la abuela se enfadaría. A nuestra abuela le gustaba el orden y nosotros lo sabíamos, la amábamos mucho y no queríamos disgustarla.
Al final del verano resultó que las vacaciones con el horario y los conocimientos nuevos resultaron muy interesantes.
Recuerdo bien aquellas vacaciones porque ahora aplico los consejos de mi abuela en mi propio jardín.

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