Las notas del ...


A veces nosotros encontramos unos objetos que nuestro pensamiento racional no puede explicar. Ni antes ni después de esa ocasión yo no me comunicaba tan cerca con el mundo de objetos irracionales.
Yo tenía dos amigas buenas de Petrozavodsk. Una vez ellas me invitaron a un viaje al lago de Onega para ver petroglifos de Pudoj. Ese lugar se llama La nariz del demonio.
Todo el año nosotras planeábamos nuestro viaje, pero a finales de julio alguien empezó a corregir  nuestros planes. Yo me retuve con mis informes y por eso fui a Petrozavodsk más tarde. En esos días el hermano de mi amiga tuvo una avería y nosotros perdimos y el coche y a un compañero. No puedes hacer nada, querer es poder, decidimos ir las tres a pie. “Id, id, allí los satanistas celebran sus orgías”,  - su mano está en el yeso, los ojos se ríen: el hermano de Vera se despide de nosotras. Nosotras nos reímos también. Alrededor  está el bosque de los duendes: las campanillas del brezo, las mariposas, los pinos y las setas que crecen directamente del camino y todo esto es bañado en la luz solar. Alguna vez eso fue una ruta popular turística, ahora allí nadie va. Dieciocho kilómetros a pie. Cuando llegamos al lugar, nuestras fuerzas nos abandonaron, caímos en el lago y comenzamos a beber el agua purísima del Onega. Pusimos la tienda de campaña. La busca de petroglifos la dejamos hasta mañana.
La nariz del demonio es una península. Nosotras empezamos a investigar a la izquierda de ella. Tenemos: la cámara, el cuchillo como sierra ¡machete en la actualidad! Caminamos lentamente a lo largo de la orilla. Estamos completamente solas. Lejos en los acantilados se oye el ruido de la lancha motora. El sol. El agua purísima. Los calveros de arándano. Estamos disueltas en la naturaleza. Felicidad. “¡Chicas, mirad, la galería de Dresde!”- Vera encontró unos petroglifos. Los cisnes, los cocodrilos, los peces. Muchos dibujos en la piedra. ¿Cuantos años tienen?
Ese día nosotras no encontramos al demonio, dibujo que da nombre al lugar. Por la tarde el cielo comenzó a cambiar. Muy lejos y muy sordamente y rítmicamente golpeaba el trueno. Eso era como los golpes en una pandereta enorme. Empezaba la tormenta.
Por la mañana la lluvia serenaba. Hacía frío. Los macarrones nadaban en la cazuela.
Todo estaba mojado. El calzado estaba como los macarrones. Era necesario encontrar al demonio.
El bosque estaba cambiado. Sobre las ramas de los abetos colgaban las barbas largas de los gnomos. Estas barbas se llaman de cierto modo en latín, yo lo he olvidado. Eso es liquen. Yendo a la derecha nosotras llegamos al lago. El viento llevaba las nubes directamente hacia nosotras. El lago hervía con ondas de plomo. El agua inundaba unas piedras enormes y se echaba encima. Al fin nosotras lo vimos a Él. Eso era como un dibujo infantil. Los medios mínimos y el máximo de  expresividad. “Los cuernos, los ojos, los cascos, los dedos”, Larisa toca el dibujo y comenta para que estos claras de la imagen. Yo quitó la visera que tenía para proteger de la lluvia la cámara. En una mano Él tiene un cuchillo. “Mira, como el cuchillo de Vera, el machete presente”.  Miramos con admiración, nos acercamos. Es una copia exacta. En otra mano hay una cruz.  Según  la leyenda, la cruz fue dibujada por los monjes del monasterio. Toda la composición no sostuvo la tensión increíble y la piedra enorme de pronto se rajó exactamente por el medio.
            Es todo. Habíamos alcanzado nuestro objetivo. Nos vamos. Miro la película. Veo un gran ornamento, miro atentamente. ¡Es así mi visera, toda la película es mi visera! “Chicas, tenemos que volver y retratarlo de nuevo”.
            Decidimos volver a la casa por la mañana. Toda la noche estuvo lloviendo. Todas nos mojamos. Nadie dormía. En un momento comprendí muy precisamente la geografía de nuestra península. Nuestra tienda estaba en el único sendero que conducía al demonio. De la cabeza no salían las palabras del hermano de Vera sobre los satanistas. Tres chicas locas. Gritó estridentemente un pájaro. Eso era un grito desesperado de un pájaro que alguien había asustado, pero nosotras estábamos solas...
            Por la mañana nosotras nos reunimos sin hablar, el bosque nos empujaba en la espalda. Tan pronto como salimos a la carretera la lluvia dejó de caer y asomó el sol. El mundo era el mismo, solamente  nosotras estábamos cambiadas...

María Vinnik

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