Frente a un espejo.


Antes yo era muy intolerante. Si alguien no me gustaba o yo creía que alguien no tenía razón, yo nunca lo ocultaba, nunca intentaba escuchar y comprender las opiniones de otras personas. Habitualmente la gente no se ponía a discutir conmigo y me dejaba sola. Me quedaba muy solitaria y desilusionada. Hasta que un día conocí a una chica que me pareció más insoportable que los demás. Ella siempre tenía su propia opinión sobre todo y la manifestaba sin escuchar a nadie. Empecé a odiarla, no quería reconocer que a veces su opinión era muy interesante y fundamentada. Un día comprendí que el comportamiento de esa chica y el mío eran iguales. Era como mirarme en el espejo y ver mi propio reflejo. Sentí vergüenza de mis palabras sabihondas y de mi comportamiento insoportable, de mis limitaciones. Dejé de juzgar a primera vista, empecé a escuchar a la gente atentamente para comprender la idea con lujo de detalles. La chica que yo odiaba se ha convertido en una de mis mejores amigas, resultó ser una persona muy inteligente, educada y profunda.
Marina Burlak

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