Historia desde mi niñez.


Cuando yo era pequeño, soñaba muchísimo con tener un perro. Pedí muchas veces a mis padres que me lo compraran. Me daba un poco de envidia cuando yo encontraba en la calle a un chico/a con un perro.
Y una vez, cuando estábamos en una primavera maravillosa unos amigos de mi madre le pidieron que cuidara a su perro,  porque querían visitar a sus parientes que vivían en otra ciudad.
En el momento cuando mi mama me explicó eso, yo me puse muy feliz, yo estaba pensando “¡que guay va a ser el tiempo con este regalo inesperado!”. El perro era un gran faldero de color blanco.
El primer día  yo por supuesto tenía que ir con él a pasear, me llamó mi amigo a pasear, pero yo le dije que  primero estaba obligado a dar un paseo con el perro. Lleno de orgullo y felicidad por ”mi” mascota nueva yo decidí  conducirle al estadio, pero en el momento en cuanto estábamos a punto de entrar en el allí yo vi un anuncio, que nunca no había visto antes. Estaba escrito que no se podía pasear por el estadio con  perros, así que un poco decepcionado yo cambié nuestra ruta para pasear por el río que estaba cerca. Cuando habíamos llegado al río, yo noté  una placa con el contenido igual a la del estadio. Muy enfadado, a escondidas, yo fui al río y cuando el perro vio el agua, se soltó de mis manos. Yo trataba de detenerlo, pero eso no le molestó  disfrutar de su baño. Después de nadar él puso a revolcarse y moverse en la arena y en el barro. Yo le sacudí y pensé que lo mejor sería lavarle en mi casa.
En el camino de regreso yo me encontré a uno de mis  amigos y él me propuso ir a pasear, le gustó el perro y él me pregunto también por qué el perro estaba tan sucio. Yo le relaté la historia y le dije que, después de lavarle, si él se iba a dormir, yo saldría de casa.
En el apartamento después de la ducha el realmente se acostó, y yo feliz y contento salí de mi casa.
En cuanto yo vine a casa mi mama me saludó con un gesto de frustración y insatisfacción, y también detrás de ella caía una especie de nieve, ella me preguntó cómo había pasado mi día y yo supe que el perro, mientras yo paseaba, estuvo jugando en la cama de mis padres con las almohadas, estuvo muy contento, especialmente cuando los copos de plumas salían bajo  su ladrido.
Pasamos con él dos semanas más, al final me gustó mucho y yo estaba triste de tener que devolverlo a sus propietarios, y a menudo yo lo recuerdo cuando mi gata me saluda en el hogar.

Kraevskiy Nikolay

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