El abecedario.
Cuando yo tenía cinco años, mi padre decidió enseñarme inglés. Por eso me compró un cuaderno de inglés para niños pequeños. Me gustaba leerlo, porque tenía muchos dibujos de pintura y además las palabras inglesas sonaban divertido para mí. Después de unos meses de estudios aprendí algunas cosas y mi padre estaba muy orgulloso de mí.
Un año después tuvo lugar un examen médico con un pediatra. Primero, la doctora me pidió recitar un alfabeto. Había que ver sus ojos, cuando yo empecé con el alfabeto inglés: “A, B, C, D, E…”. Me dijo con una sonrisa que estaba bien, y a mi madre, que yo era una niña muy lista y desarollada. Pero lo más cómico de esta situación fue que yo no me sabía el alfabeto ruso hasta el segundo grado del colegio.
Stemikovskaya Kristina
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