El regalo secreto.
Cuando estudiaba en tercer grado del colegio, en invierno de repente me enamoré de una chica que se llamaba Rita. Rita se sentaba en el aula cerca de mí. Era callada, diligente, tenía el pelo rubio largo y la cara bonita.
Tuve muchas ganas de decirle de mis sentimientos pero era muy tímido y temeroso. No supe que palabras usar. Tampoco estaba seguro de que le gustaba. Por eso sufría en un mar en dudas...
En Moldova, donde vivía en aquel tiempo, hay una fiesta hermosa. El primero de marzo toda la gente celebra el comienzo de la primavera y regalan unos a otros “mărçişor” (se pronuncia como [mercisor]) – dos flores pequeñas de colores blanco y rojo que se fijan a la ropa como una insignia y se llevan todo el día. Me pareció que regalarle un mărçişor será la mejor manera de declararle mi amor.
Todo el primero de marzo estuve esperando la ocasión para darle el regalo. Pero ella siempre estuvo rodeada de sus amigas y ninguna vez se quedó sola. Al final decidí poner el mărçişor en su cartera callado. “Volverá a su casa, encontrará el regalo y sabrá que hay un hombre que la quiere,” - creí yo.
En casa encontré en mi propia cartera un mărçişor. Primero me asusté: Rita dejó mi regalo y me lo devolvió. Pero me equivoqué – era otro mărçişor que alguien me puso imperceptiblemente.
Varios años después cuando estudiábamos en décimo grado, un día le recordé a Rita, que era en aquella época mi novia, esta historia y le pregunté de quién fue aquel mărçişor. Rita sonrió, me dio un beso y no dijo nada.
Andrey Ivanov
¡Feliz día de los enamorados!
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